Viaje de Nils - Artemisa Téllez
Viaje de Nils - Artemisa Téllez

Selma, Nils y mamá

Elegí leer El fantástico viaje de Nils Holgersson por una serie de caprichos de mi corazón. Mis compañerxs del libroclub no supieron comprenderlos, aunque someramente se los expliqué, nada parecía ser una razón suficiente para tener que leer un libro infantil iy tan pasado de moda! Lo que probablemente no les dije es que además de todas los datos interesantes que rodean este libro y a su autora, mi madre quien también escribía, me dijo en alguna ocasión que si pasara a la historia con algún texto, le gustaría que se pareciera al de Lagerlöf: “tiene más de cien años haciéndonos viajar, aprender y sonreír”.
Busqué en mi biblioteca (que es en gran medida la biblioteca que me dejó mamá), sabía que ella lo tenía, sabía que lo había tenido, pero había desaparecido sin dejar rastro. Saqué repetitiva y obsesivamente un destartalado libro rojo Titanes de la literatura infantil que no había tocado en los últimos veinte años mas que para moverlo de lugar. “Nils” no estaba, no lo habían compilado en ese volúmen, tampoco existía en un tomo separado; con su característica maldad, había escapado de mí, no sabía siquiera dónde empezar a buscarlo. Encargué El maravilloso viaje de Nils Holgersson a una de las dos librerías en las que trabajo y comencé a leer sobre la novela, sobre su autora…
Selma Lagerlöf era una hermosa dama sueca. Alta y robusta, aparece fotografiada casi siempre con abrigo, sombrero y guantes. Sus ojos pequeños y azules denotan al mismo tiempo fuerza y ternura. En la mayor parte de los retratos está acompañada de su amiga Valborg Olander, en muchos más de lo que puede parecer casual… De pronto, como ráfaga, me llega la idea: ino eran amigas! Busco nuevamente información, sumándole ahora una palabra clave más, “lesbiana”. Voilá! aparecen un sinnúmero de páginas con la referencia de que, efectivamente, la “amiga” Valborg fue en realidad la pareja de Selma por -nada más- cincuenta años.
Lagerlöf ha sido una de las sólo 12 autoras que ha ganado el Premio Nobel de literatura desde 1901, fue la primera mujer y la primera lesbiana (sucedida por Gabriela Mistral). Una mujer compasiva, luchadora, valiente, que conoció el clóset sólo porque en su época y su país ser homosexual era considerado un delito grave. Y digo “sólo” como si me constara, porque a diferencia de la mayoría de las autoras dejó mucha evidencia escrita y fotográfica que ella misma entregó a la Biblioteca Nacional de Suecia con dos condiciones: que no fuera sacada de su país y que estuviera en resguardo sin ser abierta al público hasta cincuenta años después de su fallecimiento. Además de todo, Selma pasó los últimos años de su vida usando su nombre, poder e influencias para salvar a escritorxs, intelectuales y artistas de la persecución nazi: valiente, valiente, valiente y luchadora, sus apasionadas cartas de amor a su pareja de vida y a su amante, Sophie Elkan, fueron abiertas de acuerdo con su deseo, en 1991, probablemente último año en que leí aquel socorrido libro de los “Titanes”…
A medida que fui avanzando en la lectura del “viaje de Nils”, aprendí y me entretuve enormemente buscando las fotografías de los lugares, las flores, los árboles y animales de los que tan profusamente habla y que por ser ella tan nórdica y yo tan citadina es casi imposible que conociera. Descargué un mapa de Suecia que tenía marcados los puntos y la dirección del afamado recorrido en ganso y descubrí también que hay tours por tierra, barco y avión que te llevan a hacerlo.
Hace algunos años, mi primo Pepe, joven cultérrimo y verdadero apasionado de la cultura japonesa (pero no de las caricaturas y los disfraces que lxs autodenominadxs “otakus” aborrecen que llames “caricaturas” y “disfraces”) me prestó la desgarradora novela de Kenzaburo Oé Arrancad la semilla, fusilad a los niños. En ella también se narra detalladamente el recorrido de un adolescente por varias poblaciones del Japón, pero no como una aventura, sino como una larga y dolorosa marcha de la muerte en un país asolado por la peste, el hambre y el miedo. Oé, sin embargo, afirmó en una entrevista haber leído El maravilloso viaje de Nils Holgersson “por lo menos nueve veces mientras era niño” y haber tenido la oportunidad de comprobar que Suecia era tal cual Lagerlöf la había descrito en el libro cuando fue invitado a la ceremonia del Nobel. No puedo dejar de sonreír al imaginar al pequeño Kenzaburo, delgadísimo y con anteojos, repasando por novena vez ese libro que sentiría casi tan suyo como lo sintió Selma.
Acepto que, una vez llegados a Laponia, tuve que esforzarme para seguir leyendo. El sistemático frío, el desgano de Nils y hasta de Morten, su ganso, hicieron que perdiera el enorme entusiasmo con el que comencé la lectura; pero tenía que hacerla (para eso se inventaron en parte los libroclubes), además quería hacerla porque la tenía pendiente desde el día en que mamá la compró para mí y nunca quise leerla.
Al final, lloré un poquito: el viaje se había terminado y como en todos los viajes de la vida, estaba de nuevo en casa transformada en parte en otra. La discusión fue horrenda. Nadie le concedió al joven Nils ni a la vieja Selma un sólo comentario halagüeño, condescendientes sí, algunos. No quise explicar mis caprichos, aunque sí les compartí algunas de las cosas interesantes que había encontrado, visto y leído en la red. Se fueron.
A la mañana siguiente llegó puntual a mi casa Pati. Ella limpia amorosa y discretamente esta casa de mujeres que no limpian. Platicamos del libroclub y del libro. Si me lo presta, dijo, a mi hijo Nacho le gustaría y si no tiene prisa, lo leo yo también, se oye divertido… Durante cuatro meses en casa de Pati leyeron las aventuras de Nils Holgersson: su hijo de ocho al que le gusta mucho leer, su hijo de quince al que no le gusta tanto, su yerno de veinte años que usa muchísimo el metro y ella. Leyeron y platicaron del libro, “sólo su marido y su hija se lo perdieron por sangrones”, se perdieron la aventura y las sobremesas. Pati me devolvió el ejemplar, lleno de líneas de expresión y de huellas de caricias. Con mi pluma verde escribí sobre él: “Nacho, que nunca te falten muchos, muchos de estos”.
Nils volvió a emprender el vuelo y mi corazón se llenó de tierna alegría: mamá y la bella lesbiana escandinava descansan felices en sus tumbas.