Los círculos de mujeres y la espiral del conocimiento

Hoy en día la necesidad de las mujeres de reunirse para intercambiar de diversos saberes y conocimientos ha hecho florecer sobre la faz de la tierra miles de círculos. Hoy, más que nunca, existen grupos dedicados a enseñar oficios, técnicas y disciplinas; a perfeccionar y compartir, a ser lugares seguros en los cuales intercambiar las experiencias de pasar por este mundo en cuerpo de mujer.
Los círculos de mujeres no necesariamente fueron concebidos desde un inicio como tales; algunos son “simplemente” reuniones de amigas que tienen intereses comunes: hay grupos de mujeres que tejen, bordan, cantan, hacen vitrales; mujeres que tocan la guitarra, que se enseñan a unas a otras a usar la computadora, que juegan a las cartas, rezan el rosario, que se enseñan las fotos de los hijos y los nietos mientras comen galletas y toman té. Hay grupos de mujeres que se formaron sin querer, por “casualidad” sólo porque los varones no llegaron o porque se fueron yendo poco a poco y las dejaron a ellas, a sus anchas. Hay grupos planeados y bien delimitados, grupos de estudio, feministas, libroclubes organizados con ciertas conocidas específicas para leer ciertas autoras en concreto…
Lo que se vuelve indiscutible es que estos grupos cobran una inexplicable relevancia en la vida de aquellas que los conforman. La reunión -semanal, quincenal, mensual- se torna un compromiso ineludible, una necesidad vital fuera de las lógicas del mundo contemporáneo tan acelerado y capitalista. Porque aparentemente nosotras no estamos haciendo nada, nada más allá de leer a Adrienne Rich, tejer chambritas con ganchillo o enseñarnos a usar la copa menstrual, sin embargo lo que sucede mientras hacemos esto o aquello es lo que conforma el núcleo de nuestra asociación, la razón por la que un día -sin querer- nos descubrimos ocupando uno de los puntos equidistantes de su perfecta circunferencia.
Los círculos de mujeres son espacios seguros diseñados por y para ellas que constituyen el escenario idóneo para que (junto con lo que sea que ahí se aprenda y/o se comparta) se intercambie conocimiento y experiencia de vida y se brinde acompañamiento solidario en la creación y reflexión de la mujeridad en sí. Virginidad, menstruación, ciclicidad, (in)fertilidad, embarazo, aborto, menopausia, sexualidad, crianza, envejecimiento, maternidad, autocuidado, espiritualidad, autoestima, empoderamiento, (in)dependencia económica, discriminación y violencia son algunos
de los temas que con el paso del tiempo se volverán frecuentes y necesarios y que constituirán un vínculo inquebrantable que une sin atar a cada miembra con sus compañeras.
El conocimiento que aquí se genera no es el intelectual y almidonado que puede encontrarse en los libros que sobre nosotras se escriben, es una sabiduría de primera mano que se hereda de las otras y se amplía tanto con el propio conocimiento empírico como con el bagaje de nuestras generaciones anteriores.
El círculo de mujeres es, pues, la construcción conjunta de un espacio mágico en el cual todas las mujeres que fueron, son y serán pueden comulgar en un solo lugar y tiempo e intercambiar conocimiento imperecedero. Ahí cada madre, cada abuela, cada hija aún no nacida encuentra cobijo y puede nutrirse de este círculo que emula aquel de tiempos inmemoriales cuando nos reunimos alrededor de la fogata a criar a los hijos que eran de todas y descubrimos la agricultura.
Dice Jean Shinoda que cuando el millonésimo círculo florezca sobre la faz de la tierra se inaugurará una nueva era más allá del patriarcado y su ideología acelerada, capitalista, limitante y asesina de la diferencia.
Así que, si ya perteneces a un círculo de mujeres, asume el compromiso gozoso de poner a disposición de todas lo que instintiva, empírica o intelectualmente sabes; toma sin miedo lo que cada una y en conjunto te ofrecen: es un regalo y si, en cambio, sueñas con pertenecer a un círculo de mujeres, no lo dejes para otro día, verás que cuando estés en él te darás cuenta que todo lo que hiciste antes fue dar palos de ciega en un mundo hostil, insoportablemente ajeno, caótico y desconocido.
Lo milagroso de los círculos de mujeres es que constituyen una matria errante a la que cualquier extranjera del mundo puede unirse y pertenecer. El cambio está ahí para ser impulsado: más que por la fuerza de 1000 caballos, por la casi imperceptible fuerza de aliento de una carcajada femenina.
Jean Shinoda Bolen. El millonésimo círculo. Ed. Kairós
Taller Permanente de Cuento Erótico para Mujeres. En sesión todos los viernes del año de febrero a noviembre. 7 a 9 PM. Cafetería del Centro Cultural El Juglar
Manuel M. Ponce 223, Col. Guadalupe Inn