Homenajes y reencuentros felices 

La semana pasada volvimos por primera vez a la peña desde que murió Carlos y, peor, desde que murió Odette. Tuvimos miedo. Miedo de que el dolor nos cayera encima y nos aplastara, pero no pasó. La muerte de los amigos es algo para lo que no se está preparada, la muerte de amigos a los que uno considera sanos y jóvenes, menos.

Hace tres años murió él, súbitamente. Yo estaba en el último día de mi viaje por Colombia. Tere me lo tuvo que repetir cuatro veces en el teléfono: simplemente no lo creía. A veces, todavía no lo creemos. Unos meses después vino la pandemia con sus temores y su aislamiento, Odette quedó sola con su dolor en la casa que habitaron juntos por apenas un par de años. Estaba confundida. Doliendo la ausencia de su compañero por todos los rincones de la casa a la que nadie podía acercarse porque con ella vivía su madre de más de ochenta años y a Odette le daba terror contagiarse o que la contagiáramos. 

Hablábamos por teléfono de vez en cuando. Hacíamos planes para vernos, pero se concretaron sólo en dos ocasiones. Siempre me decía con voz quebrada que extrañaba los abrazos. La última vez que la vi, la abracé por detrás mientras cortaba unos jitomates para la ensalada. Nos quedamos mucho tiempo así, ella lloraba. Esa tarde nos abrazamos de nuevo, ella, Tere, Rebeca, Betsy y yo con cubreboca, muchas veces, casi no podíamos parar. A Carlos no recuerdo cuándo fue la última vez que lo vi.

El sábado pasado, Ollin Atl, grupo musical al que Carlos Salazar perteneció durante prácticamente toda su vida, ofreció un concierto privado en una de las últimas peñas de música latinoamericana que queda en esta ciudad, Foro Tecuicanime, para honrar la amistad, memoria y legado de su amigo a tres años de su partida. 

Fue una noche emocionante, llena de anécdotas, reencuentros y acciones significativas que estoy segura, Carlos y Odette habrían disfrutado. Yo lo hice. Estar ahí fue una larga y edificante caricia al corazón: cada canción bellamente interpretada fue coreada con entusiasmo por todos los asistentes. Después, justo como en un ritual, se repitieron las canciones favoritas de mi amiga y de mi amigo, los sentí ahí, felices y muy cerca de nosotras. Comimos molletes, brindamos con vino y nos encontramos con toda esa gente hermosa y querida que los rodeaba siempre a ellos. Me sentí en casa.

Justo antes de la última canción el grupo anunció solemnemente que el sábado 3 de septiembre festejarán cincuenta años de tocar juntos y que ese mismo día será la última peña en ese foro tan amado para nosotras y estoy segura, para muchos y muchas más. Me llené de emoción y tristeza. Nada queremos que acabe, nada queremos que cambie, pero el cambio no es como la muerte: Ollin Atl seguirá, seguirá en una nueva etapa, seguirá -tal vez muy pronto- en un mejor lugar.

Llenemos su casa ese día. Llenémonos con las encantadoras notas de sus guitarras, sus tambores, su flauta, su kena, su vihuela, su violín y sus voces alegres y sonoras que hacen vibrar las fibras del alma. Despidámolos de esta etapa con la certidumbre de que su público los abraza y espera y de que tienen un sitio permanente en quienes los conocimos. Yo, ahí estaré junto con los míos: las que desde este lado me acompañan y los que sé desde el otro vienen con alegría a visitarnos.

Sábado 3 de septiembre 

Foro Tecuicanime

Tonalá 99, Colonia Roma

8:30 PM

250 pesos (con cena y bebida)