El club de Lulú: algunos datos sobre talleres exclusivos para mujeres

Una mujer que decide trabajar con mujeres parece siempre estar faltándole a alguien. Formar grupos o espacios exclusivos para ellas genera desconfianza y resquemor: ¿Por qué trabajar sólo con niñas? ¿Por qué “marginar” a los pobrecitos niños? ¿Por qué no ayudarlos a ser mejores seres humanos? ¿Por qué no acercar a los hombres al conocimiento del cuerpo y el erotismo de las mujeres y viceversa? ¿Por qué no hacer grupos mixtos, no “discriminar”, no dejar a nadie afuera, no levantar sospechas, no parecer enemiga de ellos o demasiado feminista o (ipeor!) una temida y mitológica feminazi? ¿Por qué no quererlos también si -al parecer- todo el mundo los quiere? ¿Por qué no enseñarles lo que tienen que aprender de mí, desarrollarlos y darles las herramientas que necesitan para ser mejores con nosotras?..
Dato no. 1: He dado catorce cursos y talleres literarios. Doce de ellos son mixtos. Nadie que no los haya tomado me ha dado jamás un consejo para ninguno de ellos. Para los otros dos, en cambio, he recibido de viva voz y por escrito una cantidad impresionante de sugerencias; noventa por ciento dirigidas a que admita varones o abra cursos homólogos para ellos (cabe mencionar que la aplastante mayoría de quienes me hacen llegar sus inquietudes, no han dado, a veces ni siquiera tomado, un taller de ningún tipo).
Dato no. 2 (¡y muy curioso!): De los doce cursos y talleres mixtos que doy por mi cuenta (fuera de instituciones como la UNAM o la Escuela Mexicana de Escritores), sólo 7 varones se han inscrito y es que tal vez -sólo tal vez- no estamos dando suficiente atención al hecho de que muchos hombres aún hoy no se sienten cómodos aprendiendo de las mujeres. Quitando ese malicioso supuesto, tal vez sea sólo una casualidad…
Los dos cursos que diseñé en los cuales no admito varones son: el Taller permanente de Cuento Erótico para Mujeres y Pequeñas diosas. Autoestima, empoderamiento y feminidad sagrada para niñas de 8 a 11 años. En ambos, hay una razón específica ligada al currículum de los cursos por la que decidí hacerlos exclusivos para mujeres y niñas. Explicarlo detalladamente a quienes me lo preguntan, no parece haber satisfecho nunca su curiosidad. Simplemente elegir un segmento de la población (como lo han hecho tradicionalmente los colegios al colocarnos por edades o la mercadotecnia al dirigir su publicidad a un género o una clase social) no es considerado válido, ni mucho menos respetable.
Dato no. 3: En el DF (CDMX, o como se llame) existen cientos de talleres literarios entre los que ofrecen las universidades, las casas de cultura, las escuelas de escritores, las autoras y autores independientes y solamente hay 3 que están segmentados por género: los míos, que ya antes mencioné, y Para perderle el miedo a la escritura de DEMAC. Entonces ¿Qué necesidad hay de insistir en inscribirse precisamente en estos talleres? ¿A quién afecta que no se pueda? o, en realidad es otra cosa la que está detrás.
Desde hace unos meses que lancé la primera convocatoria para Pequeñas diosas comenzaron las preguntas de por qué los niños no eran admitidos en ese espacio ¿Es que ellos no deben empoderarse?, ¿es que ellos no son sagrados también?, ¿es que no sería importante que les enseñaremos a ser mejores?, ¿menos violentos? iEso sí sería una verdadera revolución! Porque todo lo que es una “verdadera revolución” tiene que ver con ellos: ellos vistos como prioridad, ellos entendidos como los únicos posibles agentes del cambio y nosotras como lo fácil, lo sencillo, lo que no tiene importancia… Basta de guerreras, lo que ahora necesitamos es… cualquier otra cosa que involucre y privilegie a los hombres.
Dato no. 4: Aunque la mayor parte de quienes alegan que habría que admitir varones en estos grupos son mujeres, las estudiantes que tomaron estos cursos opinan diferente. De hecho, la mayoría de las mujeres y las niñas con las que he trabajado consideran que la dinámica dentro de sus talleres sería muy distinta si hubiera varones inscritos. Ellas describen este ambiente como “relajado”, “más honesto”, “grato”, “seguro”, “respetuoso”, “de camaradería” y “de libertad”.
Mi experiencia, tan parecida en los inicios del Taller permanente de Cuento Erótico para Mujeres con la actual de Pequeñas diosas, me ha convencido de la importancia de que estos espacios existan, precisamente, por la enorme resistencia social hacia ellos. Las mujeres adultas están hechas en ámbitos en los que los varones toman la palabra para hablar por sí mismos y por ellas, donde padres, maestros y parejas suelen imponer de forma velada o directa sus propios puntos de vista, aún sobre las propias identidades y experiencias de las mujeres. Las niñas crecen casi siempre en este tipo de ambientes y si asisten a la escuela se les enseña a creer una historia en la cual nosotras no figuramos ni aportamos nada. Dentro y fuera de la familia, la mujer es concebida y criada para ser un ser para los demás.
Los espacios exclusivos para mujeres contrarrestan la secundariedad inherente a todas nuestras dinámicas sociales. Como en otros grupos afines, lo que yo hago es poner a mis alumnas en el centro, tomar sus experiencias -infantiles o adultas- como parámetro de la enseñanza y del debate. Entre nosotras nos escuchamos, entre nosotras nos formamos y nos ayudamos a crecer sin jerarquías, sin presiones y sin necesidad de quedar bien.
Dato no. 5: Sólo lo que opinen mis amigxs, alumnxs, hermana, esposa y abuela me importa, sinceramente.
Si después de todo (y lo tanto) dicho dentro y fuera de este texto, alguien considera que mi trabajo debiera ser diferente o sencillamente quedará incompleta mi labor por no considerar la formación, el erotismo y el empoderamiento de los varones, puede quedarse tranquilo sabiendo que aporto -de todo corazón y con la mejor de las intenciones- todo lo que sé y puedo. Que yo no creo que margino ni degrado a los varones por excluirlos de ciertos saberes o ciertos espacios, y que, al contrario, mi enfoque está en la dignificación de las mujeres a quienes no proporciono otra cosa que lo que considero un suelo fértil para su crecimiento.
Aclarado este punto, reitero: yo no tengo compromisos ni agenda, por eso invento mi propio trabajo, mi propia fuente de vida e inspiración, mi propio destino, mi vocación. Si alguien considera que los varones necesitan este tipo de talleres, le pido de la forma más encarecida que se encargue personalmente de generar esa oferta para resarcir a todos aquellos abandonados a los que yo no tome en cuenta… Para todas las demás hay inscripciones en febrero y Julio.