Canon, caña; una vara, no cualquier vara: la vara con la que se mide (y dice la Biblia, también con la que seremos medidxs). Parámetro que permite medir estéticamente. El canon literario está conformado tradicionalmente por un amplio corpus de escritores varones, blancos, heterosexuales, europeos, capitalistas; hoy día, algunos pocos escapan ya a esta descripción, pero ninguno por dos o más de las mencionadas variables.
Esto puede parecernos anticuado, inclusive inverosímil, en un mundo que presume de ser cada vez más global y universalista, donde las -mal- llamadas minorías parecen tener cada vez más voz. Sin embargo para poder entender de qué material está construido el cánon (y su utilidad pedagógica), hay que reflexionar en qué requisitos hacen que un autor sea canónico:
- Que sea universal (que aborde “los grandes temas humanos”)
- Que su obra se considere una de las más relevantes en su país
- Que alguna de sus obras esté en los planes de estudio (por lo menos en su país de origen o donde haya realizado la mayor parte de su trabajo)
- Que haya sido traducido a las “principales” lenguas (europeas canónicas)
- Que (por lo menos en su país de origen) tenga escuelas, calles o monumentos que lo emulen
- Que haya sido reconocido con uno o varios premios literarios de relevancia internacional
- Que figure en libros de texto
- Que sus libros estén en existencia permanente en librerías y bibliotecas
Esto nos queda claro con autores como Shakespeare, Dickens, Goethe, Cervantes, Víctor Hugo, Allan Poe, Joyce, Woolf, Maupassant, Dostoievski, Wilde; prácticamente todos los planes de estudio los mencionan, sus obras son leídas en los programas de educación básica de los países europeos y americanos, han sido traducidos a las “principales” lenguas, adaptados en su mayoría al cine y la televisión y muy pocas personas se atreverían a decir que sus obras no son merecedoras de figurar entre los clásicos de la Literatura Unjversal, aún si no los hubiese leído o no le gustaran. Tres de ellos escapan a la perfección del canon que antes mencioné: Woolf no es varón, Wilde no era heterosexual y Poe no era europeo, pero por lo demás cumplen perfectamente en cuanto a sus temas y sus valores estéticos con algo que puede ser considerado canónigo.
El aprendizaje y la enseñanza de la literatura se encuentran irremediablemente ceñidos a estos cánones. Los programas incluyen de vez en cuando la mención a otro tipo de autorxs, pero rara vez se estudian sus obras. Es el canon el que determina lo que debe de ser conocido y estudiado, por tanto leído y publicado. Lxs autorxs que no logran entrar en este sistema tienden a desaparecer paulatinamente en esta espiral.
Si buscamos hacer una genealogía de las letras que se encuentran por fuera del canon (la literatura escrita por mujeres, la literatura escrita en lenguas minoritarias o no oficiales, la literatura que cuyo lenguaje se desarrolla en el límite entre dos o más idiomas, la literatura negra, indígena, de las diásporas y las migraciones, la literatura homosexual y otras tantas) debemos romper también con la manera en la que -al menos en México- se enseña literatura en las escuelas.
En México existe una forma de explicar la historia de la literatura occidental que, aunque tal vez sea útil como mnemotecnia, borra toda posibilidad de vincular las letras con una necesidad expresiva valiosa y verdadera, para convertirlas en una cadena sin sentido de “acciones” y “reacciones”, las llamadas “Teoría de las ondas” y/o “Teoría de la rupturas” hace creer a lxs estudiantes de educación media y media superior que el móvil que tienen lxs autores para crear es: a) el aburrimiento, b) la búsqueda -cosmética- de originalidad o c) el hartazgo de la temática y el estilo establecidos por sus antecesores. Con esta desgracia de sistema se han educado más de veinte generaciones de mexicanxs que, en su mayoría, nunca más estudiarán literatura ni tendrán la oportunidad de hacer una revisión estética ni histórica a esas u otras obras.
La enseñanza de la literatura en nuestro país, establece una visión canónica competitiva, cualitativa, imperialista y varonil de leer la historia de la literatura y los textos en sí, haciendo una equiparación con la también equivocada manera en la que aprendemos historia como tal en la que lo más relevante son las guerras y las revoluciones de los países poderosos. Para comenzar, la historia que nos enseñaron es un recuento limitado, interesado y tendencioso de los hechos del pasado, pero, para no salirnos totalmente de tema, cuando se habla de arte, la guerra y la revolución no destruyen lo anterior, ni necesariamente buscan instaurar algo “mejor” cuando experimentan con algo distinto. Tanto la “Teoría de la ruptura” como la “Teoría de las ondas” nos convencen de que sí.
Recuerdo a mis profesorxs de secundaria y preparatoria repetir como memorizada la frase “cansados de la subjetividad y el sentimentalismo románticos los autores de la segunda mitad del siglo diecinueve decidieron voltear a la realidad y tomarla como tema de su literatura” Este “cansancio” puede ser leído como una especie de hartazgo creativo, pero también un deseo de buscar originalidad más allá de eso que estaban haciendo sus maestros. Esta visión simplista (la de las “Teorías” antes mencionadas) hay implícitas varias mentiras que no son objeto del presente texto pero que necesitan ser puntualizadas. Antes de ser escritores, los grandes maestros de la literatura o lxs simples mortales que escribimos hemos sido lectorxs abrevando en los textos maravillosos de quienes nos antecedieron. Hemos llegado a las mismas o distintas conclusiones, a temas similares o diversos, a la crítica y a la reescritura y así es cómo ha evolucionado el arte todo: ni “como brincándonos una generación”, ni como “rompiendo con los ancestros”, ni “como de tratando de inventar el agua helada”, ni “yendo hacia un lugar mejor”, más “original”, más “evolucionado”, sino simplemente dialogando desde distintos lugares nuestra propia problemática generacional o existencial a la que respondemos con cuento, teatro novela, ensayo o poesía.
Esta ruptura, vista desde la perspectiva de la literatura de las márgenes, se hace todavía mucho más absurda. Es necesario decir y dejar en claro que han sido las autoras mujeres las más interesadas en leer, conocer y analizar a quienes las precedieron. Han sido las mujeres intelectuales las grandes encargadas de que no muera ese legado y que las obras de sus antecesoras llegue o regrese a los catálogos de publicación, a las antologías, a los programas de estudio y a las bibliotecas. Las mujeres escritoras, maestras e investigadoras literarias han sido las principales en recuperar y honrar ese linaje; porque si se es mujer y escritora, se entiende que las que nos precedieron abrieron caminos a los que nunca hubiéramos podido acceder por nosotras mismas.
Han sido los autores homosexuales los más interesados en leer, conocer y analizar a quienes los precedieron. Han sido los intelectuales gay los grandes encargados de que no muera ese legado y de que llegue o regrese a los catálogos de publicación, a las antologías, a los programas de estudio y a las bibliotecas. Los escritores, maestros y académicos homosexuales han sido los principales en recuperar y honrar ese linaje; porque si se es homosexual y escritor, se entiende que los que los precedieron abrieron caminos a los que nunca hubiéramos podido acceder por nosotros mismos.
Han sido las autoras lesbianas las más interesadas en leer, conocer y analizar a quienes las precedieron. Han sido las intelectuales lesbianas las grandes encargadas de que no muera ese legado y que llegue o regrese a los catálogos de publicación, a las antologías, a los programas de estudio y a las bibliotecas. Las escritoras, maestras y académicas lesbianas han sido las principales en recuperar y honrar ese linaje; porque si se es lesbiana y escritora, se entiende que las que nos precedieron abrieron caminos a los que nunca hubiéramos podido acceder por nosotras mismas.
Han sido lxs autorxs indígenas lxs más interesadxs en leer, conocer y analizar a quienes lxs precedieron. Han sido lxs intelectuales indígenas lxs grandes encargadxs de que no muera ese legado y que llegue o regrese a los catálogos de publicación, a las antologías, a los programas de estudio y a las bibliotecas. Lxs escritorxs, maestrxs y académicxs indígenas han sido lxs principales en recuperar y honrar ese linaje porque si se es indígena y escritor/a, se entiende que lxs que lxs precedieron abrieron caminos a los que nunca hubiéramos podido acceder por nosotrxs mismxs.
Han sido lxs autorxs negrxs lxs más interesadxs en leer, conocer y analizar a quienes lxs precedieron. Han sido lxs intelectuales negrxs lxs grandes encargadxs de que no muera ese legado y que llegue o regrese a los catálogos de publicación, a las antologías, a los programas de estudio y a las bibliotecas. Lxs escritorxs, maestrxs y académicxs negrxs han sido lxs principales en recuperar y honrar ese linaje porque si se es negrx y escritor/a, se entiende que lxs que nos precedieron abrieron caminos a los que nunca hubiéramos podido acceder por nosotrxs mismxs.
Han sido lxs autorxs chicanxs lxs más interesadxs en leer, conocer y analizar a quienes lxs precedieron. Han sido lxs intelectuales chicanxs lxs grandes encargadxs de que no muera ese legado y que llegue o regrese a los catálogos de publicación, a las antologías, a los programas de estudio y a las bibliotecas. Han sido lxs escritorxs, maestrxs y académicxs chicanxs lxs principales en recuperar y honrar ese linaje porque si se es chicanx y escritor/a, se entiende que lxs que nos precedieron abrieron caminos a los que nunca hubiéramos podido acceder por nosotrxs mismxs.
Han sido lxs autorxs de la diáspora lxs más interesadxs en leer, conocer y analizar a quienes lxs precedieron. Han sido lxs intelectuales extranjeros lxs grandes encargadxs de que no muera ese legado y que llegue o regrese a los catálogos de publicación, a las antologías, a los programas de estudio y a las bibliotecas. Han sido lxs escritorxs, maestrxs y académicxs de la diáspora lxs principales en recuperar y honrar ese linaje porque si se es migrante y escritor/a se entiende que lxs que nos precedieron abrieron caminos a los que nunca hubiéramos podido acceder por nosotrxs mismxs… y así sucesivamente…
Así que no solamente hay que sacar a la literatura marginal de los márgenes ni basta con liberar al idioma del yugo rector de los diccionarios o las academias de la lengua; también hay que despatriarcalizar la manera en la que se lee y valora la literatura de la otredad. Porque si los miles de millones de lectorxs que a lo largo de la historia nos hemos podido identificar con Dickens, Shakespeare y Víctor Hugo sin ser de su mismo siglo, de su mismo país, hablar su mismo idioma, ser de su mismo género, ni tener su misma preferencia sexual, ni su misma problemática política, económica o social, ¿por qué los hombres heterosexuales, blancos, capitalistas del mundo no podrían identificarse con nuestra literatura, que es -en realidad- la de la mayoría?