Escribir. Escribir. Como quien aprieta el botón de pánico. Escribir como quien hace repicar las campanas de la iglesia y llamar momentáneamente la atención de los antes indiferentes transeúntes de la vida. Escribir para no ir a terapia. Escribir sobre la amada y también acerca de lo odiado. Escribir para no tener que morir de amor ni odiar hasta matar. Escribir como un antídoto a la realidad. Escribir para entenderse una misma. Escribir para reinventarse cuando parece que se ha acabado el camino. Escribir para ficcionar la propia vida, insoportablemente plana. Escribir para sanar las heridas; para desgarrar la página en blanco, siempre presente, amenazante y dolorosa. Escribir porque no hay otro modo de comunicarnos con los que están allá afuera. Escribir porque no hay otro modo de volver a ver a los que siguen viviendo, aquí adentro. Escribir para inventar una salida de donde no la hay. Escribir para abrir una ventana en el muro de una celda.
Otrxs pueden tomar prozac. Otrxs pueden mentirle al mundo. Otrxs pueden decir que están bien como están. Otrxs pueden voltear la cara para no ver a los que pasan dando tumbos a apenas unos centímetros de ellos. Otrxs pueden sobrevivir sin llevar un diario, sin escribir una carta de auxilio, sin confesarse siempre al borde de una cornisa demasiado estrecha, demasiado elevada… Yo no. Por eso escribo.