El jueves de la semana pasada asistí al espectáculo de Sensodanza Humano. Esta era la primera vez que me encontraba con ellas por voluntad, antes, hace probablemente tres o cuatro años, las encontré en un festival de la diversidad sexual en El Chopo. En ese entonces y ahora, las bailarinas de dicha compañía me mueven, me sorprenden, me confunden y me hacen viajar hacia lugares donde no pensaba que era posible; lugares que no se encuentran fuera de mí, sino dentro, ocultos a mi propio raciocinio, lugares en los que me encuentro conmigo, con mi propia pasión de vida, mis propios miedos y angustias. Sensodanza es por tanto, más que un espectáculo dancístico, una experiencia de viaje interior inducida mediante cuerpos capaces de bailar emociones imposibles de ser descritas: es nuestro propio cuerpo el que a ellas reacciona, el que se angustia, se solaza se goza con esto que nos es dado a través de ese fragmentado espejo de emociones.
Humano es un recorrido por los vericuetos de la ansiedad, el aburrimiento, las enfermedades físicas y mentales; es una metáfora del cuerpo que se maltrata, se deforma, se duele de sí; un retrato de la angustia existencial en la que nos encontramos unxs con otrxs y en la que seguimos irremediablemente solxs.
Al término de esa avalancha de emociones, el público que abarrotó Un Teatro para ver el estreno se quedó pasmado: ni aplausos ni “¿qué te pareció?” ni gente apresurándose hacia la salida, todxs sin excepción nos quedamos esperando que volvieran las bailarinas a devolvernos las certezas que nos habían arrebatado sin querer o tal vez de forma totalmente premeditada. Lograr eso hoy, en una ciudad donde la gente se levanta antes de que empiecen a salir los créditos en el cine para no hacer cola en el baño o en el estacionamiento es un botoncito de muestra de lo que Sensodanza puede hacer con nosotrxs: generar el momento de ver hacia el interior, propiciar la urgente pausa y con ellos la reflexión, el choque, el despertar…
Hora y media más tarde, mientras cenábamos mi esposa me preguntó por qué me tardaba tanto en responder y sólo pude decirle: sigo pensando.