Cada vez que se acerca nuevamente el “mes del orgullo” vuelven las frases referentes a que el lesbianismo, la transexualidad, la bisexualidad y homosexualidad no son las enfermedades, sino sus llamadas “fobias” y me vuelvo a sentir harta y cansada de escuchar ese discurso tan atrasado y tan insuficiente hoy en día.
En México, pese a que lo que nos guste creer, se rechaza, discrimina, ridiculiza, persigue, tortura y asesina a personas por sus prácticas sexuales y por su identidad de género absolutamente todos los días y en todos los ámbitos de la sociedad. La lesbofobia, la transfobia, la bifobia y la homofobia no son enfermedades dentro de una sociedad donde la cultura, la religión, la educación y la moral apuntan a que cualquier práctica, preferencia u orientación diferente a la heterosexual es, por lo menos, una rareza. Estas mal llamadas “fobias” nos son inculcadas desde el día del nacimiento y durante toda la vida. La heterosexualidad es un régimen político y un constructo ideológico que cuenta con el mayor aparato educativo y disciplinario del mundo.
Todo lo que entendemos como “amor” y como “familia” está sentado sobre las bases de la heterosexualidad. Lo que llamamos “matrimonio”, “madurez”, “vida adulta” e inclusive “respetabilidad”, “felicidad” o “éxito” tiene todo que ver con ser heterosexual y con las prácticas e instituciones que refrendan y representan la heterosexualidad. Las personas lesbianas, transexuales, bisexuales, homosexuales y las heterosexuales que no responden a estos cánones somos vistas y tratadas como menores de edad y nuestras parejas y familias como menos válidas que las “normales”. Una sociedad que discrimina, cancela y en muchos casos penaliza las prácticas no heterosexuales está diseñada para que los disidentes, sea cual sea su disidencia, no quepan.
En estos días previos a la “Marcha del orgullo” me gustaría compartir con ustedes algunas anécdotas personales que sirven como ejemplo vivo de cómo se enseñaba e inculcaba la heterosexualidad en los años noventa y las muchas formas en que se me hizo entender que el rechazo a los no heterosexuales era algo “natural”. Me encantará que me compartan si ustedes lo vivieron de este u otros modos y que juntxs aportemos a construir un mundo del que todxs podamos estar realmente orgullosxs.