Leer “El huésped” como una señal de humo

Advertencia: en este texto se revela, aunque no el final,
parte importante de la trama del cuento. Está en línea en varias páginas.
Es recomendable leerlo antes que este. Es recomendable leerlo junto con este.
Es recomendable leerlo y releerlo, leerlo y releerlo, leerlo y releerlo…

Amparo Dávila, última representante viva del maravilloso Medio Siglo Mexicano, es, como su propia literatura, una criatura extraña y única, hecha toda ella de un material hasta este momento desconocido. Este día, en conmemoración a sus 90 años de vida y -desde luego- a sus letras, sus muchas admiradoras y escasos admiradores, sus estudiosas y tesistas sentimos que tenemos que decir algo, pero no es tarea fácil; no hay a la mano palabras que expliquen, ejemplifiquen o representen a una figura ni a una literatura como la ha construido Dávila, porque, como acabo de decir, la escritura de Dávila y la manera en la que ha llevado su carrera y su vida no son comparables a las de nadie más y mucho menos asimilables a un estilo o corriente vigente en su país o en su época.
Lo que puedo decir es que no hay alumnx que haya pasado por mis clases, seminarios o talleres sin que le haya recomendado leerla, Dávila es un referente de cómo se trabaja el cuento como género, de la visión e historia de las mujeres y de la potencia e importancia de las escritoras mexicanas. A quienes casi no leen (porque sí, de vez en cuando también me veo forzada a hablar con personas que no leen), a quienes no la conocen y por esa razón no saben cuánto la necesitan, les recomiendo siempre leer por lo menos “El huésped”.
Ese cuento, el más famoso y fundamental de su producción, sería hoy -si no hubiese sido escrito por una mujer provinciana tan reservada y humilde- uno de los más importantes de la Literatura (así, con ele mayúscula): para darme a entender un poco mejor, desde mi punto de vista, en una antología de los mejores cuentos escritos por mujeres mexicanas tendría que figurar “El huésped” de Amparo Dávila; pero si le quitamos ambos epítetos, de cualquier modo quedaría. En cualquier antología de cuento gótico o de terror del mundo tendría que figurar Amparo Dávila y ser traducida a todos los idiomas, pero como siempre se queda aquí, en cortito, en casa, entre esas que la queremos que la conocemos, que la escribimos y la leemos y la estudiamos para que otrxs la conozcan y no la olviden y todo esto también tiene que ver con que es mujer, pero sobretodo con que su mente creativa y creadora se atreve a manifestar sus preocupaciones profundamente domésticas y femeninas y esa literatura no es la que interesa al cánon de la literatura-con-ele-mayúscula.
“El huésped” está construido a partir de un magistral y acotado silencio que se encuentra enraizado en el corazón del conflicto: ¿Quién es ese huésped? ¿Por qué ha llegado a vivir en la casa? ¿Por qué la mujer la protagonista y los demás habitantes de la casa le tienen tanto temor? ¿Quién es ese huésped que aterroriza particular y únicamente a las mujeres y a los niños pequeños? ¿Por qué aunque se le aborrezca se le debe de alimentar varias veces al día y darle la habitación más grande de la casa? ¿Qué simboliza ese huésped al que hay que acostumbrarse irremediablemente y si no: puntos suspensivos…
Si miramos como Dávila, con mirada maliciosa y mujeril, nos daremos cuenta con claridad que el huésped es una extensión de la vigilancia de ese marido distante y violento que describe la protagonista sin nombre; nos daremos cuenta también que lo más terrorífico de sus ser son sus ojos: esa mirada amarilla y vigilante que no se aparta aunque incomode, espía sin pausa de los cuerpos y las acciones de las mujeres, que las domina por mandato e imposición, pero también por el uso de la violencia.
En la casa del cuento de antemano no existían el amor, la confianza, ni la alegría, pero cuando el huésped llega su presencia la llena toda convirtiéndola además en un lugar sin cuartel donde no existe la paz. No hay rincón de la casa donde se pueda volver a estar bien, no existe sitio donde reposar, donde volver a descansar ni dormida ni despierta ¿y cuántas mujeres viven así? ¿cuántas mujeres viven sometidas al escrutinio social y familiar aún cuando sus victimarios directos no están físicamente presentes, aún cuando puedan parecerles buenos, aún cuando se crea que sí hay algo de amor o de alegría o de ilusión por el futuro o de esperanza de vivir? ¿De que nos está hablando Dávila? ¿Cuál es la solución definitiva a tantas cárceles sin barrotes que habitan muchas dentro de sus propios hogares? Sólo la otra mirada, el espejo, la que cura porque entiende, la que es hermana, aliada y cómplice nos hace valiosas y fuertes y nos permite escapar el estrangulamiento de la violencia y volver a respirar la vida.
Para eso hay que leer el cuento, para atesorarlo y comprenderlo: para encontrar salidas ficcionales -pero posibles- a horripilantes problemas reales, para eso hay que leerlo y, por supuesto, releerlo, releerlo, releerlo…